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por. Facundo Malvicino .Instructor faixa rosa
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Leyendo
el libro Entre las cuerdas del
sociólogo Loïc Wacquant, donde realiza un estudio etnográfico en un gimnasio de
boxeo en un gueto negro de Chicago, se me ocurrió que existen algunas
similitudes con el Brazilian Jiu Jitsu (BJJ) que me gustaría compartir.
Particularmente, me interesa el análisis que hace de la práctica y el sparring, el
cual utilizo para una reflexión sobre la relación entre compañeros y los
valores de una escuela.
Me
gustaría comenzar con el concepto de práctica
que el autor toma de Pierre Bourdieu, donde:
“toda práctica obedece a 'una
lógica que se efectúa directamente en la gimnasia corporal', sin pasar por la
consciencia discursiva ni la explicación reflexiva, es decir, excluyendo la
aprehensión contemplativa y destemporalizadora de la postura teórica […] Además,
el boxeo consiste en una serie de intercambios estratégicos en los que los
errores se pagan en el acto, la fuerza y la frecuencia de los golpes encajados establecen
el balance instantáneo del resultado: la acción y su evaluación se confunden y
el examen reflexivo queda, por definición, excluido de la actividad. Es decir,
que no puede hacerse ciencia de este 'arte social' si se rehúye la iniciación
práctica, en tiempo y situaciones reales. Comprender el universo pugilístico
exige la implicación personal, el aprendizaje y la experiencia.” (p. 66).
Tal
vez podamos hacer una distinción en términos de la aprehensión contemplativa para el caso del BJJ. En esta disciplina,
en un momento del aprendizaje es necesaria la contemplación simultánea con la
experiencia: es el ‘observarse’ del que alguna vez hablamos, es la observación
de segundo orden que permite comprender el proceso de aprendizaje y conocernos
a nosotros mismos. De ahí que exista una apreciación contradictoria sobre este
arte (como sucede con el boxeo), cuando decimos que el BJJ es un juego de
estrategia -un ajedrez- y al mismo tiempo insistimos en que no hay lugar para
el razonamiento durante la lucha: “el cuerpo del boxeador [jiujutsuka] es el estratega
espontáneo que conoce, comprende, juzga y reacciona al mismo tiempo” (p.
96).
Esto
nos lleva a discutir la lógica social del sparring
(o lucha), siendo a su vez una actividad individual como se desprende de lo
anterior. Como sugiere el autor para el caso del boxeo, hay que hacer
sparring para ponerse en forma para el sparring, o bien parafraseando: hay
que hacer BJJ para ponerse en forma para el BJJ. Aunque esta expresión
resulte redundante, existen conductas recurrentes en los luchadores,
generalmente luego de las lesiones, que se toman “un tiempo” para ponerse en
forma para el BJJ, o bien de acuerdo a lo anterior, un tiempo para ponerse
en forma para ponerse en forma. Vale detenerse un momento en este punto,
porque esta dilación puede estar provocada por la angustia que está fundada en
el miedo a volver a lastimarse o a sentirse expuesto, a ser sometido. El miedo
está presente en todos y presenta dos alternativas: o se avanza o se retrocede. Las diferentes reacciones no se explican por
una cuestión innata, sino por “una capacidad adquirida, producida
colectivamente por el sometimiento continuo del cuerpo a la disciplina del
sparring”. Se trata de un entrenamiento tanto físico como emocional.
Esta
práctica físico-emocional sólo puede hacerse en colaboración con otro luchador.
No existe la posibilidad de practicar BJJ sin un compañero, incluso ni siquiera
la técnica puede practicarse individualmente como en el caso del boxeo (i.e.
hacer sombra, golpear la bolsa). Por lo tanto, el cuidado del compañero es tan
importante como el cuidado del propio cuerpo debido a la dependencia mutua que impone
la lógica de esta actividad: desde el aprendizaje, no hay tori o nage sin uke y viceversa; mientras que en la
dimensión más competitiva, se puede decir que no hay sometedor sin sometido.
Por lo tanto, en mayor o menor medida, siempre existe una responsabilidad
compartida en una lesión: expresiones tales como “se lesionó solo” son
inválidas por definición en una lucha o entrenamiento técnico de BJJ; de la
misma manera que “un accidente” no exime dicha responsabilidad. No comprender
este principio elemental es confundir escuela
o equipo de luchadores con grupo de practicantes de una actividad:
en lo primero se requiere compromiso, se cultiva el respeto, se desarrolla la
solidaridad y se deposita la confianza entre los compañeros; mientras que el grupo no demanda más que la concurrencia
rutinaria de personas a un espacio deportivo/recreativo por conveniencia,
comodidad, etc. No hay mérito en “ganar” o lastimar a un compañero, sobre todo
cuando este fin se alcanza traicionando su confianza. No es necesario que haya
“amistad” entre todos los miembros de un equipo; lo que no puede haber es
indiferencia o desprecio hacia un compañero-luchador. Desde ya que esta es la
mención de un conjunto de valores deseables (y discutibles), al menos desde mi
punto de vista, de los cuales difícilmente se pueda prescindir para desarrollar
una actividad de cooperación competitiva
cohesionada.
Esto
nos devuelve al comienzo de la nota y al carácter simultáneamente social e
individual de la práctica. El conjunto de valores de una escuela o equipo nace
y se desarrolla colectivamente, sociabilizándose a través de la práctica
deportiva o marcial. Se va gestando, evoluciona, se transmite y modifica
simultáneamente con la práctica, dotando a los participantes de recursos para
desenvolverse no sólo en el dojo,
sino también en la vida. Tal como plantea el psicólogo Jorge Collado en la nota
Psicología y Rugby, publicada en su
blog Agotá el Lado:
“[…] como decía Catamarca
Ocampo, "Un deporte vale como consecuencia de la educación que deja en
quien lo practica". Y este deporte educa para ser solidarios y leales,
persistentes y capaces de soportar y afrontar las dificultades de la vida. No
modifica la personalidad estructural, pero la templa intentando sacar el máximo
de su rendimiento. La persona que aprende lo esencial de este juego (cuando lo
esencial es su conjunto de valores) tiene en sus manos el herramental necesario
para intentar ser feliz y a la vez útil en la vida”. (Mayo 2009)
Este
conjunto de valores es lo que en nuestra disciplina asociamos al Do, o el camino y método de aprendizaje del arte del BJJ, cuyo recorrido es
de carácter simultáneamente social e individual.
Facundo Malvicino.
Fuentes
de consulta
Collado, Jorge. Psicología y Rugby. Agotá el Lado, blog. Mayo 2009. Disponible:
http://agotaellado.blogspot.com.ar/2009/05/psicologia-y-rugby.htmlWacquant, Loïc. Entre las cuerdas. Cuadernos de un aprendiz de boxeador. Siglo XXI Editores. Junio de 2006.